SEGUNDO DÍA: De Santa María de Canagua a Mucuposada San José 
Recorrido de 21,8 km, desde los 600 msnm a los 1.400 msnm.

Tras desayunar y despedirnos de Richard y su familia nos disponemos a comenzar oficialmente la travesía. Como estamos con toda la energía, empezamos caminando. Solamente llevamos encima un bulto pequeño con la cámara, agua, protector solar y algunas cosas para comer. Las mulas, con el resto del equipaje, iban delante de nosotros, hasta que en cierto punto no les vemos la pista. Los guías nos explican que las mulas ya están acostumbradas a esos caminos por lo que automáticamente siguen la ruta, algo muy llamativo para nosotros. Vale ver que estos animales realizan un gran trabajo no solo al cargar el equipaje o llevar a los excursionistas, sumado a ello que tienen que realizar una travesía que no es fácil por tratarse de caminos de tierra con estructuras en muchas partes irregulares, con piedras inclusive. Una loable labor que merece nuestra admiración y que ha contribuido con la forma de vida en estos lares.

Paisaje del piedemonte andino, saliendo de Santa María de Canagua



Las mulas y caballos, compañeros de camino
Comenzando el ascenso a pie
Desde Santa María de Canagua empieza el ascenso por la montaña. Luego de media hora aproximadamente, empezamos a notar cómo hemos empezado a subir al observar a la distancia un conjunto minúsculo de casas, se trataba de Santa María de Canagua, en donde estuvimos alojados el primer día. El tiempo estuvo muy benigno ese día, estaba despejado y haciendo buen sol. El camino es de tierra aunque todavía pueden pasar carros hasta cierto punto. Más adelante el ascenso se hace más pronunciado, lo cual hace que la única mujer que nos acompañaba, una polaca, decidiera empezar a utilizar el caballo. El compañero que había dicho que llevaba el equipaje y que pensaba caminar así todo el recorrido cambió de opinión, porque empezó a notar la exigencia de la ruta y decidió montar su equipaje en la mula. Luego acordaría con él compartir el caballo cuando necesitáramos descansar de andar a pie. 





La primera parte del camino las subidas son algo fuertes, con caminos de tierra

 Tras unas dos horas de recorrido, aproximadamente, llegamos al Alto de la Aguada, donde está ubicada un caserío con una iglesia. Tomamos un descanso y aprovechamos para comer unas arepas que nos habían preparado en la casa de Richard. Desde este punto era posible tener una panorámica de las montañas que atravesaríamos en el recorrido. Retomamos el camino, que a partir de allí sería más suave hasta que llegamos a la mucuposada de El Hato.

En el Alto de la Aguada

La mucuposada El Hato es atendida por otra familia y su estructura es más sencilla que la de Richard. Resulta que originalmente era la casa de la familia, pero ahora solamente la tienen para atender a los visitantes. Tiene dos habitaciones, en una de las cuales hay como tres literas y el baño está ubicado en la parte de afuera. Bajando de la casa por el camino se puede llegar al río, donde nos tomamos el baño del día. Hay que ser bien valiente para bañarse en estas aguas, bien frías que son, mucho más que el día anterior, aunque igual lo gozamos. No todos los días tienes la oportunidad de bañarte en un río con un agua que emana de la montaña. En la posada se encontraba la señora de la casa y una de sus hijas. Lo curios es que también tienen como 8 hijos ja.



Detalle de la cocina de la mucuposada

En los alrededores de la posada se puede apreciar una pequeña rueda para moler, de impulso manual. Al frente, hay una colina desde donde se puede obtener algo de señal telefónica y aprovechamos para hacer nuestros últimos contactos con la civilización.

De noche nos dirigimos a la cocina para comer la cena. La casa no tiene servicio de electricidad y, a pesar de que tiene una celda de energía solar no le funciona, de modo que nos tocó comer a la luz de la vela, lo cual hizo más interesante el momento. Finalizada la cena llega la hora del descanso hasta nuestro próxima jornada.

Continúa en TERCER DÍA

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