Tercera parte: El retorno a casa

Entre los montañistas existe una creencia según la cual la verdadera celebración no es aquella cuando se hace cumbre, sino cuando se llega de nuevo a la base de la montaña. Este principio lo aplicaría por extensión a esta travesía, sobre todo considerando las circunstancias que implica viajar por tierra en Venezuela. 

Una vez finalizada nuestra excursión al Autana, tal como lo reseñaramos en la segunda parte, ahora nos correspondía el retorno a casa. Pasada la noche en la posada en Puerto Ayacucho, nos levantamos muy temprano para dirigirnos al terminal terrestre de Puerto Ayacucho, con la esperanza de encontrar algún transporte que nos llevara a nuestros respectivos destinos. Un poco antes de las 7 am  llegamos al terminal y nos enteramos que las líneas que operan para Caracas, Maracay o Valencia salen en el horario de la tarde. No obstante, nos informaron que si llegabamos a San Fernando de Apure podríamos conseguir traslado a esas ciudades con más facilidad. Es así pues que inicia nuestra travesía de retorno. 

Puerto Burro, Edo. Bolívar
A las 7 am ya estabamos tomando una autobuseta con destino a San Fernando de Apure, en un viaje estimado de 6 horas. Pasada la hora llegamos a Puerto Burro, Edo. Bolivar, donde se toma la chalana que permite el cruce de los carros hasta el otro lado del Río Orinoco, en Puerto Paez, que ya vendría siendo el estado Apure. En el viaje de venida no pude presenciar esta actividad porque estaba amaneciendo, pero en esta ocasión no perdi ocasión para observarla con más detalle. De esta manera, descendemos de la unidad y aprovecho para comer una arepa en uno de los locales que se encuentran en las adyacencias. El sitio no tiene mucho atractivo, aunque lo pudiera tener más en virtud de la presencia del río. Después de esperar un rato, observamos que llega la lancha y nos montamos a un lado, donde tienen un espacio techado con sillas para la gente mientras en el espacio más grande se ubican los carros. Caben aproximadamente unos 12 carros por cada viaje que dura alrededor de 10 minutos.

La lancha que hace el servicio de "puente" entre ambos lados del río Orinoco
 

Una vez que cruzamos el rio nos montamos de nuevo en el bus y seguimos el recorrido. Me pareció paradójico que estando en tierra llanera escuchamos toda una sesión de música vallenata jaja, nada en contra de aquella música porque también  escuchamos y disfrutamos algo de ese género. Fuera de ello, lo que me agradó de este viaje es que era de día y me permitió apreciar por primera vez la inmensidad de la tierra llanera. Ese es otro viaje que tenemos en la lista de pendientes. Volviendo a las comparaciones, ver esas extensiones de tierra que se pierden en el horizonte se asemeja a presenciar la vastedad del mar. De vez en cuando aparecía uno que otro montículo de tiera,morichales o reductos de vegetación, pero lo que prevalece es esa inmesidad de tierra. Tal es así, que los caminos son rectos y se pierden en el horizonte, sobre todo en la parte que corresponde al Parque Nacional Cianruco-Capanaparo, por donde pasa la carretera. Posteriormente, hicimos una parada en un punto llamado Macanillas, donde terminan los linderos del paque. En este punto hay ventas de comida, artesanías y víveres. 

Carne en vara. Macanillas, Edo. Apure
Caminos rectos que se pierden en el horizonte. Macanillas, Edo. Apure

Una de las pocas tomas que pude hacer del llano desde el bus.

Hacia la una de la tarde llegamos a la capital del estado Apure y tan pronto nos bajamos averiguamos sobre el transporte de conexión hacia Caracas. Igualmente nos dijeron que los transportes directos salían hacia el final de la tarde. Sacando nuestros calculos si esperabamos, estaríamos llegando muy de noche a Caracas, lo que queríamos evitar. No obstante, había una unidad saliendo hacia Maracay y sin pensarlo mucho decidimos tomarla, pensando que desde allá si podriamos hacer la conexión con Caracas. Nos despedimos de nuestros amigos de viaje que iban hacia otros destinos y partimos. Para infortunio nuestro, tuvimos algunos percances: primero, a la unidad se le daña el aire acondicionado, por lo que tuvo que trabajar con la ventilación natural. Mientras la unidad estuviera en movimiento no había problema porque entraba suficiente cantidad de aire fesco. Seguidamente, en una parte del camino, el chofer quiso adelantar a un camión y parece que hizo la maniobra de incorporación muy tempranamente, llegando a pegar de lado con la ventana del camión que iba adelantando. Por la gracia de Dios no fue algo más grave, aunque la unidad tuvo marcas del golpe y tuvieron que cambiar el caucho de ese lado que también fue afectado. Esta carretera casi en su totalidad es de dos carriles, uno para cada sentido, por lo que es propenso para que pasen estas situaciones. Para rematar, una vez llegado a la Encrucijada, a media hora de Maracay se presentó una fuerte congestión debido a un choque que había más adelante. 

Finalmente, a las 8 de la noche estabamos llegando a Maracay y buscamos el transporte para Caracas, a donde llegamos a las 10 de la noche. Siendo que a esa hora el servicio de metro estaba abierto nos atrevimos a realizar el recorrido desde el terminal de La Bandera hasta la estación del metro, antes de pagar un taxi que nos podía cobrar "un ojo de la cara" por una carrera a esa hora. 

Fuera de los incidente de esta parte del viaje, lo que me gustó es que pude apreciar el contraste entre los llanos de Apure y los de Guárico, siendo los de éste último más frondosos y por ende más productivos. Eso lo evidenciamos cuando pasamos por poblaciones como Calabozo, donde se pueden apreciar zonas de cultivo y empresas asociadas a los mismos. También me llamó la atención a la represa de Calabozo, que es un gran cuerpo de agua, donde la carretera pasa por un lado de la misma. 

Una vez en casa, nos mantuvimos en contacto con los demás compañeros del grupo y hasta que el último llegó a su respectiva casa, consideramos que esta aventura ahora si había terminado. Lo que quedaba era descansar un poco para volver a la rutina y compartir las fotos y relatos con nuestros amigos, tal como lo estamos haciendo ahora. 

Definitivamente, este viaje marcó un hito importante dentro de mi bitacora personal de viajes. Resultó un acercamiento a la realidad que representa hacer turismo en nuestro país, pero a la vez me permitió confirmar el potencial que poseemos y que no hemos aprovechado de manera adecuada. A decir verdad, Amazonas no es un destino para todo el mundo, porque hay que ver que hay tener resistencia para estar sentado varias horas en una lancha, exponerte al calor y la lluvia, no tener las comodidades tradicionales del baño y para aguantar las picadas de los insectos. Tampoco esperamos que vayan las hordas de gente que van a destinos tradicionales, porque afectaría el delicado equilibiro ecológico de la zona. Más bien, esperamos que este destino se siga manejando considerando criterios como la capacidad de carga, el manejo de los desechos sólidos y el respeto a las comunidades indígenas, donde ellas puedan igualmente obtener un beneficio. En esta medida lograremos que se mantenga como un destino sostenible a través del tiempo.

Contemplar esa imponencia de paisaje e interactuar con la cultura indígena te hace reflexionar sobre el estilo de vida que llevamos y que hasta ahora nos corresponde vivir. Nos permite una desconexión con ese mundo agitado y material, y nos acerca brevemente a una visión más simple y natural. Si vemos el mapa, el cerro Atana está ubicado en la entrada del Amazonas, por lo que yo calificaría esta experiencia como una viaje de introducción a la selva. Ya veremos si más adelante nos atrevemos a adentrarnos más en esta tierra mágica. Por de pronto espero que les haya gustado este relato, que si bien no se animan a realizar este viaje, por lo menos lo compartieron conmigo.

Hasta una próxima oportunidad, en otros relatos y otras aventuras...porque andando ando. 

William 
Enero 2014

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